Una gran cantidad de empresas de todos los tamaños recurren a las empresas de factoring para obtener financiamiento a cambio de la cesión de facturas. Un escenario que se estrecha con la pandemia.
Más de 150 firmas componen la industria del factoring enfocada fundamentalmente en proveer de liquidez de corto plazo a las pequeñas, medianas y grandes empresas. Un negocio que vio una gran expansión con la normativa de factura electrónica de 2014, y ha sido objeto de varios cambios normativos, como la Ley de Pago a 30 días.
En términos sencillos, opera mediante un contrato con el que las empresas traspasan al factoring el servicio de cobranza futura de los créditos y facturas existentes a su favor, y a cambio éste le entrega de manera inmediata el dinero equivalente, menos comisión. Luego de ello, el factoring realiza el cobro de la factura correspondiente al deudor original.
En términos de la estructura tarifaria, explica Tomás Castro, de Deloitte, se conjugan el costo de fondo y el spread por riesgo, que depende de la valoración del cliente, sumada a la calidad del activo; en este caso, la factura. Así, añade, se pueden diferenciar tres tipos de factoring: el bancario —creado al alero de entidades bancarias—, el institucional —formado por empresas que se constituyen como sociedades anónimas, porque emiten efectos de comercio— y el factoring no regulado. Los dos primeros son supervisados por la CMF, este último solo está inscrito como sociedad cerrada ante la CMF.
Castro agrega que ‘el negocio del factoring se basa en la diferencia de precios y el análisis es por el riesgo que se quiera asumir’. Ejemplifica que con los usuarios ‘se produce un efecto cascada, en que el cliente puede ir a pedir factoring bancario, si no le resulta pasa al factoring institucional y finalmente al factoring no regulado’, lo que se refleja en las diversas tarifas.
Sobre ese punto, Soledad Ovando directora ejecutiva de la Asociación de Emprendedores (Asech), advierte que ‘efectivamente es más caro que un crédito normal, pero estás pagando un costo de oportunidad: tienes liquidez en forma inmediata’.
En el caso de los factoring bancarios e institucionales, los costos están limitados por la Tasa Máxima Convencional (TMC). Sin embargo, en los no regulados, ello no se puede garantizar.
Ha habido varios intentos por abordar la situación del factoring no regulado. En 2008, el entonces senador Carlos Ominami ingresó una iniciativa que buscaba regular las comisiones y tasas cobradas, pero la iniciativa se encuentra archivada. Luego, en 2013, se ingresó una nueva moción para someter a la fiscalización de la entonces Superintendencia de Bancos a las empresas dedicadas a operaciones de factoraje, pero se archivó en 2017.
Factoring en tiempos de covid
La industria del factoring ha resentido la crisis por el covid-19 que ha frenado la fluidez del negocio: el aumento de los plazos de las facturas o morosidad en la cobranza han complicado la entrega de liquidez, estresada por las cuarentenas parciales y la baja de las ventas. En la industria se proyecta que las operaciones han caído hasta en 30% y que el aumento de la mora o recuperación se sitúa en torno a los 70 días sólo por efecto de la pandemia.
Según Christopher Bosler, gerente general de la Bolsa de Productos, ‘la industria se ha visto restringida porque algunos aportantes de fondos de inversión han comenzado a retirarse, con lo cual los mismos fondos están más selectivos en términos de los activos que están comprando, respecto de qué riesgo compran y con quiénes operan’.
Sobre los sectores, Bosler señala que en los tradicionales de alimentos e industrial siguen funcionando bien ‘con plazos de entre 60 y 70 días, pero los sectores más debilitados como construcción y comercio, entretención y turismo están fuera del ámbito de financiamiento, porque están parados, son operaciones que se realizan muy acotadas o sencillamente no se están transando’.
Así, dice, ‘hay todo un segmento de mercado que está fuera y lo poco que se transa se mira con dos ojos, hay más selectividad de qué es lo que se financia’.
En ese contexto es que el sector ha abogado por alternativas que le permitan acceder a liquidez a través de Fogaín de Corfo.
Águila Construcciones SPA es el nombre de la empresa de Michael Águila, su hermano Mauricio y su papá, dedicada a proveer servicios —fundamentalmente estructuras metálicas— a empresas constructoras más grandes. Es el tercer giro que inician en la ruta de ‘sangre y sudor que viven las pymes en Chile’, comenta Mauricio.
Desde inicios de este año empezaron a recurrir al factoring —uno de tipo bancario— y la experiencia ha sido buena. Michael, quien se encarga de los temas administrativos, señala que ‘recurrimos al factoring porque como estamos trabajando en obra, por lo general, se atrasan mucho en los pagos: o sea si uno factura el 1 del mes, están pagando la factura en un mes más y hasta dos meses’ y en ese escenario, ‘como uno es pyme, no puede solventar todos esos gastos’.
Reconoce que si bien ‘uno tiene que pagar un porcentaje por cursarlo, igual lo vale porque generas liquidez rápido y puedes comprar materiales y pagar sueldos sin atrasarte. Es un pequeño sacrificio para tener liquidez’.
¿Por qué no recurrir a la banca? Michael es tajante: ‘Los préstamos bancarios son mucho más complicados y piden muchos documentos, que el riesgo y al final el monto que uno necesita no lo prestan’, aunque también advierte que el negocio se ha deteriorado por la crisis.
‘Este año es cuando más hemos tenido que recurrir al factoring por las demoras en pagar las facturas, la pega está lenta, los pagos se demoran más de lo normal y si hay un pago pendiente, no te habilitan el factoring. En general todo ha sido un poco más lento’, sostiene.
Las dos asociaciones más grandes de empresas de factoring en Chile son el grupo Empresas de Factoring Chile (EFA), en la que están afiliadas 24 compañías no bancarias con un stock de colocaciones al cierre de 2019 que supera los US$ 1.800 millones y más de 18 mil clientes, y la Asociación Chilena de Factoring (ACHEF) conformada por 10 firmas, 4 filiales bancarias (Banco Internacional, Security, Consorcio y Bice) y otras 6 no bancarias, con un stock total de colocaciones que superó los US$ 750 millones y más de 15 mil clientes en 2019.
Además, los principales bancos (Chile, Santander, Scotiabank, BCI y BancoEstado) cuentan con sus propias áreas de factoring para clientes, donde atienden a grandes y pequeñas empresas.
El Mercurio
2 de mayo, 2020
Leave A Comment